Hace unos días te hablaba de un rincón de Galicia que me tiene enamorada. Viniste conmigo hasta la ría de Muros y Noia, paseamos por los pinares de la sierra de Barbanza, os hablé del Castro de Baroña y nos dejamos caer en el arenal de Arnela donde, si tienes suerte, quizá puedas compartir el baño con delfines.
Supongo que ya te habrás enterado, porque además de las olimpiadas de Río, en los medios no hablan de otra cosa. Incendios, lumes, la crónica negra de Galicia… son el pan de cada día de cada verano gallego. Pero, ¿lograremos algún día plantarle cara a esta realidad?
Suena el despertador en Galicia y te asomas a la ventana. Si no huele a pino o eucalipto, algo va mal. Si ese olor es de humo algo terrible está ocurriendo. No es lo mismo verlo en televisión en Madrid que oler a hollín en directo y ver el cielo brumoso un día de sol. En Galicia se quema cada año aproximadamente el 50% de la superficie total que arde en nuestro país. Pero, ¿por qué hay tantos aquí?
EL PELIGRO DEL NORDÉS
Hace unos años, el periodista Nacho Carretero entrevistó a Ricardo Rivas, agente zonal de los servicios de extinción de Medio Rural en Galicia, en un artículo donde lo explican a la perfección:
Hay entre 7 y 11 días al año que son críticos para el monte gallego. Son los llamados 30-30-30. En ellos hay más de 30 grados de temperatura, menos del 30% de humedad y vientos de más de 30 kilómetros por hora. Esos vientos, en Galicia, sólo los trae el Nordés (vientos de componente NE). “Aquí cuando hay Nordés, temblamos, porque es matemático: si sopla Nordés hay incendio. Esos días, con un mechero en el monte, montas una fiesta de cien hectáreas en unos segundos. Sin viento, el fuego es circular, si hay viento, hace una lengua que avanza. Como haya Nordés a 90 km/h las llamas avanzan más rápido que una persona corriendo a campo abierto. ¿Sabes lo que es eso?
Durante estos días de incendios en los que sopla el Nordés es muy frecuente escuchar por aquí:
“varios días de sol y calor y ya está ardiendo el monte, como todos los años”
¿En serio se creen eso?
El monte no arde, al monte lo queman.
Sí es cierto que en Galicia llueve, pero es algo estacional. En la mayor parte del territorio gallego existen periodos largos sin precipitaciones que, unidos a la baja capacidad de retención de agua de los suelos, provocan episodios con un déficit hídrico importante. Esta circunstancia favorece la propagación del fuego, pero no te equivoques, no es la causa de los incendios.
Detrás está siempre la mano del hombre.
¿LAS CAUSAS?
Los incendios pueden ser fortuitos, o no. Digamos que en Galicia no suelen ocurrir por accidente. Los causantes de estas terribles desgracias aprovechan las condiciones climáticas propicias para actuar. ¿Has oído hablar del efecto llamada? Aquí también funciona: cuantos más incendios simultáneos hay, más se retrasa su extinción y más difíciles resultan las labores de extinción. Los incendiarios aprovechan la confusión. Es su momento perfecto.
Pero yo me sigo preguntando, ¿por qué aquí? Las hipótesis son muchas y muy variadas: conflictos de intereses, eliminación del matorral para favorecer la renovación de los pastos para el ganado, para localizar lindes de fincas evitando el desbroce o para permitir el paso de personas o vehículos, para desviar la atención de las fuerzas de seguridad, por piromanía… Siempre aparece el tema de la orografía difícil, del minifundio gallego y el abandono del monte. También hay gente que le echa las culpas al eucalipto cuando los árboles no arden ni tienen la culpa de que alguien les queme…
Incluso hay gente que cree que la única forma de mantener a raya la naturaleza lejos de sus viviendas es prenderle fuego periódicamente. El fuego se utiliza como herramienta barata para “limpiar la selva” que rodea sus aldeas.
Mientras escribo este post cientos de hectáreas de paisajes impresionantes, de bosques de pinos y eucaliptos a menos de 70 kilómetros de mi oficina están ardiendo. Y entre ellos, el Parque Natural de Corrubedo y los pinares de Barbanza cercanos al Castro de Baroña, catalogado como Bien de Interés Cultural. Es terrible. Por eso lo único que sé con certeza es que son motivados por la ignorancia y la negligencia de la gente.
EL MONTE RENTABLE NO ARDE
Hace un tiempo escuché hablar a un empresario y propietario forestal que decía:
Cada uno de nosotros se encarga de que su monte esté limpio, más le vale, y por eso, no arde.
Es cierto. El monte rentable no arde. Nos duela o no, el monte que se abandona se convierte en un polvorín. Si el bosque se convierte en tu principal medio de vida, a nadie se le ocurre prenderle fuego. El respeto al monte se debe enseñar en las escuelas, a los niños pequeños. Así, si alguien hace algo malo en el bosque, todo el mundo se le echaría encima.
Galicia es forestal, pero para sacar partido a todo el potencial que tiene es imprescindible ordenar y conservar el monte. La inversión es en prevenir, no en curar. En medidas a largo plazo, sostenidas en el tiempo y en planificación, mucha planificación. No sirve de nada invertir cuatro duros en extinción si no existen políticas de control, conservación y protección del monte.
Buscando información para este artículo descubrí la grata sorpresa de que sí se pueden evitar los incendios con una política forestal responsable. El ejemplo es la comarca de Pinares, entre Burgos y Soria, donde su último gran incendio se registra en el siglo XIX. Es un gran aprovechamiento forestal cuya clave del éxito de su gestión forestal residen en que los vecinos se benefician directamente de los recursos de sus bosques.
Debemos darle uso al monte, es la única forma de cuidarlo. Construyamos con madera y enseñemos a nuestros niños a hacerlo.
Difundámoslo y pongámonos manos a la obra. Porque debemos aprender a valorar la riqueza que tenemos ahora, antes de que sea demasiado tarde. Porque es mejor enseñar que curar.
Hasta pronto,
María
PUBLICACIONES DE INTERÉS:
- Los incendios forestales en Galicia, Tomás Fernández-Couto.
- Donde el monte no arde, de Pedro Cáceres. El Mundo.
- Artículo de Nacho Carretero, ¿por qué carallo arde galicia?
Aprendiendo de lo que dices, como siempre. Gracias
Gracias a ti por leerlo, Enrique.
¡Un saludo!
María
Hola, María,
Siendo de una familia con fincas y árboles, hemos sufrido los efectos del fuego, aunque poco. De momento. Nuestros árboles siguen creciendo.
Y seguimos rezando….
Suscribo lo que expones en este post.
Gracias y un saludo cordial,